El polémico brexit ha causado serias escisiones en la comunidad europea. Esta iniciativa, formalmente impulsada por el primer ministro británico, David Cameron, ordenaba realizar un referendo para que la ciudadanía decidiera sobre el futuro inmediato del Reino Unido. Quedarse dentro o fuera de la Unión Europea (UE) equivalía al dilema del ser o no ser que Shakespeare magistralmente planteaba en Hamlet.
Del referendo, esperaba Cameron, emergería la decisión para que el Reino Unido se mantuviera en el seno de la UE. La posibilidad de un divorcio comunitario no figuraba mayormente en sus planes, por lo que Cameron y su gabinete silenciosamente apostaron en grande a que los británicos se mantendrían en la UE.
Lamentablemente, faltó inteligencia y previsión en la cabecera, y el jueves, una mayoría de la ciudadanía británica dispuso que el Reino Unido se divorciara de Europa.
El resultado desencajó a Cameron, cuyo rostro mostraba los signos del rígor mortis cuando concedió su derrota en conferencia de prensa. Posiblemente, pensaba qué haría ahora y quién podría venir a auxiliarlo. Su colega de la bancada de enfrente, el laborista Jeremy Corbyn, no estaba mejor situado, y consecuente con su propia campaña para derrotar el brexit y la tormenta que se desató en sus tiendas, no tuvo otra salida que anunciar también su separación del liderazgo laborista.
El divorcio no será automático. Hay trámites por cumplir. Pero, en cinco meses, se producirá el salto a lo que será. He ahí la incógnita. Ya hay millones de firmas apoyando una repetición del plebiscito, otros tantos quieren que el Parlamento debata el tema. Quizás, pero no seguro.
De todas formas, permanece el invitado de piedra en el escenario. El Reino Unido es una potencia mundial dotada, además, de armas nucleares. Nada comparada con sus primos al otro lado del Atlántico, sus mejores aliados y con gruesa billetera. Entre tanto, los mercados financieros muestran la caída de la libra y los temblores repercuten en las bolsas mundiales.
La disgregación en Europa Occidental explica las sonrisas de satisfacción de Vladimir Putin. En el plano estratégico, una Europa Occidental unida y aliada con el Reino Unido y Estados Unidos ha constituido hasta ahora el factor de equilibrio frente a Rusia. Dudosamente, este vínculo desaparezca a raíz de lo que está ocurriendo. Todo lo contrario. La historia de lo que sucederá ahora en el Reino Unido, la OTAN, el Fondo Monetario, el Banco Mundial y la miríada de organismos internacionales en que Londres es santo grande, aún no se ha escrito. Pacientes aguardaremos.