Como es ampliamente sabido, Turquía está convulsionada por los planes de su autoritario presidente, Recep Tayyip Erdogan, de realizar un referendo el próximo 16 de abril para expandir sus poderes. Como el apoyo interno a su iniciativa flaquea, Erdogan ha intentado movilizar en su favor a los grandes conglomerados de expatriados turcos en Alemania y Holanda; no obstante, ambas naciones han denegado el ingreso de ministros turcos para promover la citada iniciativa, aduciendo motivos de seguridad.
Esta negativa ha desatado una acre disputa entre dichos países y Turquía, que se ha extendido a la Unión Europea. Este foro no ha permitido el ingreso de Turquía.
La disputa presagia intensificarse debido a los planes de Erdogan de organizar una manifestación de turcos en Alemania antes del referendo. Desde luego, tal paso necesitaría la venia de Berlín que, hasta la hora, no la ha dado.
Los planes de Erdogan son acuerpados por las misiones turcas en otros países, sobre todo las europeas. En esta tarea, o vocación, algunos empleados de las misiones han demostrado empeño en menoscabo de los límites de conducta aceptables para sus agentes, quienes muchas veces carecen de formación, diplomática y común. De esta manera, convertidos en meros propaladores, no frenan su impulso y atropellan a quienes se les interponga de alguna forma en sus afanes.
Mi columna de la semana pasada recibió un regaño de la misión turca local. Vaya atrevimiento, no por el hecho en sí, sino por la forma y contenido de la imperiosa nota del delegado. Deseo aclararle a esta persona que mi deber fundamental es comunicar la verdad. El público lector merece lo mejor. En cambio, el deber de este delegado pareciera ser ponerle alas a Erdogan.
Lástima. Pudo mejor iluminarnos dando a conocer el destino de miles de empleados públicos despedidos, de miles de militares cesados y el de miles de ciudadanos desaparecidos así como aquellos en las mazmorras sin causa y sin juicio previo.
Hago votos por cambios democráticos veraces en Turquía, nación que conozco. Lamento que su horizonte, por ahora, no ofrezca nada mejor que el actual despotismo, pero confiamos en que tarde o temprano llegará la hora de la libertad.