El presidente Barack Obama es un gran orador. Escucharlo es una indudable experiencia de la mente y el espíritu. Sus aplaudidas disertaciones sobre el futuro de Estados Unidos y el mundo, han cimentado su ascenso al sitial de los grandes oradores de su país. En sus primeros años en la presidencia de Estados Unidos, su retórica concitó pasiones en favor, pero también en contra de algunos de sus proyectos, el polémico "Obama Care", entre ellos.
Sin embargo, el embrujo del podio se ha desplomado en los torbellinos de la política norteamericana. Y así llegamos ahora al nadir del antiguo mago, conforme el mandatario recibe severas críticas por los vacíos de política exterior que han precipitado el hamsin del Cercano Oriente.
En Siria, por ejemplo, la ausencia estadounidense ha sido aprovechada por Rusia para plantar su bandera a favor de su protegido Bashar al Asad. Recordemos que en el pasado la Unión Soviética mantuvo vivo a Hafez al-Asad, fundador del despotismo que su hijo Bashar hoy preside.
Rusia ha desembarcado en Siria a lo grande. Una base naval en Latakia ha sido expandida para albergar tropas, modernas naves aéreas, tanques y artillería. Con inusual rapidez, los cazas rusos bombardean constantemente a los enemigos de Al Asad y, en menor medida, al terrorista Estado Islámico (EI), al cual una coalición de Estados Unidos y aliados occidentales también combate desde el aire.
¿Cómo dijo Obama al mero inicio de su gestión? Nada de botas en el terreno, es decir, de tropas, receta que con premura aplicó en Irak y Afganistán.
El apresurado desalojo dejó al garete la tarea de adiestrar a los reclutas locales. Una noticia reciente señala cómo $500 millones se desperdiciaron en entrenamiento, cuyo resultado más sonoro ha sido que tropas iraquíes abandonen sus armas y uniformes en el campo de batalla para darse a la fuga.
El arribo ruso en Siria ha constituido un duro golpe de Vladimir Putin contra Obama. Como consecuencia, Rusia ha incorporado a Irán para la campaña a favor de Al Asad al tiempo que Irak se ha adherido a Rusia e Irán para combatir las milicias del EI, que se han apoderado de una considerable porción iraquí que se extiende hasta las barbas de Bagdad.
La acometida contra el EI debió ser una iniciativa norteamericana. Lamentablemente no fue así, y esto ha generado un incendio preelectoral en Washington. Agreguemos que, como consecuencia de esto, Moscú ha pasado a ser un actor central de la paz o la guerra en Levante. ¿Jaque mate? Todavía no, pero el drama apenas comienza.