Resulta que hay graves tensiones entre Ucrania y Rusia. Cada día asoma la amenaza inminente de un conflicto armado, como lo hemos visto a raíz de los hasta ahora fallidos transportes de ayuda humanitaria moscovita a los militantes pro rusos de la Ucrania oriental.
El nuevo jefe en Kiev no pierde oportunidad para espetar insultos contra el Kremlin. Y cada día miramos la ingeniosidad de los jerarcas rusos para burlar los edictos de sus contrapartes en Ucrania. Pareciera que muy poco queda de aquella fraternidad soviética de otras épocas.
Ucrania y Rusia. Con todo, la vista suele engañarnos. Y así ocurre a menudo al analizar el trasfondo de los vínculos de Ucrania con Rusia. Si nos fuera dado develar los pesados cortinajes que envuelven las tramas entre ambas naciones, seguramente nos sorprenderían. Al fin de cuentas, su historia es, además de vieja, íntima y complicada.
Tomemos, por ejemplo, el caso de los supermisiles intercontinentales e interestelares rusos que todavía hoy inspiran temor y respeto estratégico en todo el planeta. O los célebres Migs de combate, los gigantescos transportes militares, incluidos los helicópteros, así como uranio para bombas, además de los sistemas de guía para toda una gama de aparatos bélicos.
Hasta ahora, y subrayemos, hasta el presente, estos rubros y muchísimos más han provenido de plantas industriales en Ucrania. En ellas laboran centenares de miles de trabajadores ucranianos, especializados a lo largo de muchos años de intereses cimentados con el complejo militar, antes soviético y hoy ruso.
Jugoso acertijo. Por supuesto, la situación plantea un jugoso acertijo para los analistas internacionales. Estamos seguros de que no es la primera vez que ha saltado al menú de sabrosos platillos en los cafés diplomáticos y en secretos mítines políticos. Entre tanto, las operaciones fabriles de Ucrania para abastecer a lo que antes era el Ejército Rojo, obviamente muerden el hígado del actual presidente, que juega de pro occidental en Kiev.
Cuando el tema origina chismes en la cúpula gobernante, las organizaciones obreras le recuerdan al mandatario que Ucrania padece de un alto desempleo. Meterse a revolcar el capítulo de los arsenales rusos fabricados en el corazón industrial de Ucrania arriesgaría perjudicar a legiones de trabajadores que aún gozan de empleo y sueldo.
Si las protestas de estudiantes en Kiev desbancaron en febrero al entonces presidente, el pro ruso Viktor Yanukovich, imaginemos el lujoso sarcófago político en el que acabaría el actual jefe de Estado, Petro Poroshenko, como consecuencia de la ola de manifestaciones de trabajadores que brotarían en todo el país.
Paso político realista. En realidad, hubo un preámbulo a este fúnebre acontecer en junio, cuando Poroshenko firmó una orden suspendiendo todo envío a Rusia de productos militares. Curiosamente, nadie se enteró porque el ucase del zar Petro fue archivado, o enterrado, por las autoridades locales y las gerencias de las compañías dedicadas al giro vedado.
Además, el despacho presidencial recibió el consejo de los posibles perjudicados y, como era de esperar, resolvió hacer mutis. Fue, sin duda, un paso político realista ante la situación crítica del país.
Por cierto, en esas fechas, el presidente ruso Vladimir Putin expuso, ante sus asesores, planes para la expansión y modernización de sus fuerzas armadas, marina, fuerzas estratégicas (cohetes y misiles intercontinentales, por ejemplo), fuerza aérea y demás ramas de la defensa. Asimismo, planteó la posición del Gobierno de lograr esos avances mediante la modernización de su industria. La exposición de Putin fue hecha pública por la prensa.
Amenaza implícita. El impacto de la noticia puso a funcionar los cerebros en Kiev, que entendieron la amenaza implícita del Kremlin. Esta declaración y su difusión resultaron, sin duda, de las andanzas enmudecidas de Petro.
Desde luego, hay todo un cúmulo de posibles derivaciones precisamente en momentos en que Petro piensa en su conexión con el Oeste, incluidas las peticiones crediticias ante el FMI y el Banco Mundial. No obstante, lo más difícil se producirá de cara a la OTAN.
Por su parte, Putin conoce y mueve sus fichas en la Ucrania oriental, donde los separatistas pro rusos mantienen en jaque al presidente Poroshenko. No lo envidiemos en esos penares.