Como es usual en Estados Unidos, las vísperas electorales traen consigo vaticinios e incluso apuestas, no solo de victorias de demócratas o republicanos en la Casa Blanca y el Capitolio sino, además, de nombramientos claves en la administración y la Corte Suprema de Justicia.
Interesa lo referente a la Corte Suprema por estar pendiente de llenar la vacante que dejó el fallecimiento del juez conservador, John Scalia. Dos vacantes fueron llenadas por el presidente Barack Obama con Diana Sotomayor y Helen Kagan.
La Corte, a la fecha, funciona con solo ocho magistrados que empatan las tendencias liberales y conservadoras. Con los ojos puestos en una posible designación a raíz de los comicios presidenciales del 8 de noviembre, la máquina de los rumores empezó a propagar la versión de que el magistrado afroamericano Clarence Thomas había hablado de renunciar después de las elecciones. El rumor se transformó en una bomba nuclear a punto de explotar. Sin embargo, en varias ocasiones Thomas negó categóricamente esa historia y se queda hasta nuevo aviso.
Tuve el honor de conocer a Thomas en los primeros meses de mis funciones como embajador. He tenido gran respeto por él debido a su trayectoria desde su niñez en los deprimentes caseríos de Georgia. Su padre abandonó a la familia y le correspondió a su abuelo decidir sobre su futuro. Lo primero que hizo fue llevarlo como interno a un colegio católico de monjas de la Inmaculada Concepción.
Gracias a su educación, obtenida mayormente con becas, su graduación con honores de la Escuela de Leyes de Yale y la calidad de su trabajo en la administración, el presidente Ronald Reagan lo patrocinó para diversos cargos. El presidente George Bush, en 1991, lo nominó a la Corte Suprema para llenar la vacante de Thurgood Marshall, un célebre jurista negro.
Las audiencias de confirmación de Thomas en el Senado marchaban muy bien hasta que apareció Anita Hill, exfuncionaria que lo acusó de agresión sexual hacía 10 años. Su versión estaba llena de vacíos y los cargos fueron superados por la aprobación del nombramiento en el pleno del Senado. La biografía de Thomas es amplia al respecto. El supuesto retraso de Hill obedeció, sin duda, a las prolongadas horas necesarias para convencerla y así agraviar a Thomas.
Las numerosas ocasiones que tuve para departir con el juez, en mucho me recuerdan la entrevista que tuve años antes en San José con Harry Belafonte y que dio base a una publicación (“Matilda era de Limón”) en esta página. Otro ejemplo de tenacidad.